El reflejo del mar no ha cambiado tanto. ¿La misma persona? Eso parece, mas sin serlo.
Lo que habita en ese cuerpo ha engañado al tiempo: ha dejado de ser un niño viejo, ya va aprendiendo a rejuvenecer con el paso de los años, cansado de soportar tempestades que arrasan con la ilusión de su inocencia. Se ha vuelto insensible por momentos, vulnerable a las lanzas del exterior... ha llorado por dentro más de lo que ha reído por fuera. Sin embargo, al ver en el agua su rostro fluir, comprende que su reflejo interior es distinto a lo que ha sido, y esa metamorfosis del alma permanecerá, incesante.
Reflexivo y emotivo, ha entendido que las decepciones no existirían sin expectativas, que las consecuencias de las decisiones errantes no tendrían que ser sufridas sin tener que decidir, pero posponer la elección de un cambio de dirección sería un error mucho peor. Como el río que sigue su curso, se tienen que romper los diques que estancan las aguas, y zarpar a lo desconocido.
Cambios en la dinámica de prioridades le hacen valorar qué parte de las aguas del ayer merece ser conservada y cuál se arrojará al cubo de reciclaje, a brazos de lo venidero.
Ese sentimiento de ser un extraño para sí mismo, alguien sorprendentemente nuevo... en constante afán de mejoría, esa sensación de empezar a superar sus limitaciones siempre desde un nuevo punto de partida, sin referente, moviéndose por no aguantar estar parado, pues se siente vivo de nuevo. Y hay que empezar a andar...
Descubrirse, poco a poco, día a día. Conocer, "desaprender" lo conocido. Cerrar puertas, abrir otros caminos... La vida, dicen... ;-)
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