- Aparte de todo lo anterior, me preocupa otra cosa, menos trascendente - le confesé.
- Vaya por Dios, ¡eres un cúmulo de preocupaciones! No me atrevería a decir si has perdido la esperanza o aquella inocencia que tanto me fascinaba.
- Han pasado años, siglos desde entonces. Supongo que me he vuelto viejo demasiado pronto. Sin embargo, tienes una habilidad nata en rejuvenecer mi alma. Por eso te cuento a ti lo que callo ante el mundo.
- Me halagas, pese a hacerlo de buen grado. ¿Y bien?
- Noto... que siento menos las emociones que la otra gente. En los últimos meses han pasado ciertas cosas que antaño me hubieran golpeado, zarandeado... y aquí me hallo, sin apenas inmutarme. Te parecerá una tontería, pero me preocupa esta apatía, ¿tú qué opinas?
- Que tu estado es congruente con lo que te ha pasado. Ya no puedes sufrir más. Aun así, le das demasiadas vueltas a las cosas y a menudo te preocupas sin necesidad: esto es lo que te bloquea así. Hay gente, como yo misma, que, sin perder de vista la fría razón, vive cada sensación a flor de piel, y eso tampoco te lo recomiendo. Quizá lo óptimo se halle en un intermedio entre ambas formas de sentir.
Recordé entonces nuestro primer encuentro. De mis ojos no brotó ni una lágrima, al recibir el tierno abrazo que había costado 2 años de lucha contra el tiempo, la distancia y el mundo. No sabría decir si supe expresar el calor que me arropaba en lo más hondo del corazón, como lo hizo ella en su momento. No sabría decir si notaría ahora ese calor ante otra victoria.
- No sé, Nike... Siento que ya no siento, ¿comprendes?
- No te comprendes ni tú mismo, pero entiendo. Tienes miedo a volverte de hielo.
- Temo que el sufrimiento en sí mismo ya no me importe, ni el propio ni el ajeno. Temo que nada vuelva a emocionarme como antes, que me convierta en un pasivo espectador de mi vida. A base de golpes, me han desprovisto de la buena voluntad, la ingenuidad con la que actuaba, la ilusión de querer saber. Estoy anestesiado de emociones.
- Recuperaremos lo perdido. Lo sabes.
Y funcionaría, por un tiempo más o menos largo, antes de regresar al estado inicial. Ilusiones y decepciones, que se verían superadas... a coste de inmutarme cada vez menos por todo.
- Aunque, volviendo a lo que me contabas ayer, sobre cómo ya no te ilusiona tanto perseguir tus sueños... como los que tenías con esa chica (¡no me hagas pronunciar su nombre otra vez, pues te burlarás!). Hay gente, no digo que seas tú, ni ella, que vive enamorada de la seducción.
"Enamorada de la seducción"... qué forma tan bonita de expresar algo tan vacío, pensé para mis adentros, sin lograr sonreír.
- No creo que sea mi caso. Nunca me he visto como un Don Juan, no es ése mi estilo.
- Lo sé, pero piénsalo. ¿Nunca has perdido el interés cuando has alcanzado lo que te ha costado años de lucha?
Pensé en ella. Pero ¡qué simplismo reducirlo a una pérdida de interés por haber alcanzado la meta deseada! Entre el desgaste del largo tiempo, situaciones fortalecerían la lucha, y muchas otras la debilitarían. No todo depende de la voluntad de uno. Se lo comenté.
- Pues ahí yo no te puedo ayudar. Habla con ella. Tomad la decisión que perjudique menos, sed pacientes y tolerantes con las necesidades del otro. Más no te puedo decir.
- No sé cómo actuar para que nadie vuelva a sufrir. Pero sé que si me quedo de brazos cruzados, me condeno a mí mismo.
- Si te importa lo suficiente, tienes que estar dispuesto a sufrir, pero lo justo. Si la relación te hace sufrir más de lo que te aporta, quizá no valga tanto la pena aceptar el riesgo que conlleva luchar por una causa improbable.
- "Improbable" a veces se queda corto. Siempre que vuelvo a creer que pinto algo, recibo el duro golpe de quedar... cómo decirlo, fuera de juego.
- Quizá, pues, La Decisión tenga que crecer de ti, Joan... Ya has procurado cuidar de ella. Empieza a centrarte en ti, en tus necesidades, en tu bienestar. Medítalo.
- Vaya por Dios, ¡eres un cúmulo de preocupaciones! No me atrevería a decir si has perdido la esperanza o aquella inocencia que tanto me fascinaba.
- Han pasado años, siglos desde entonces. Supongo que me he vuelto viejo demasiado pronto. Sin embargo, tienes una habilidad nata en rejuvenecer mi alma. Por eso te cuento a ti lo que callo ante el mundo.
- Me halagas, pese a hacerlo de buen grado. ¿Y bien?
- Noto... que siento menos las emociones que la otra gente. En los últimos meses han pasado ciertas cosas que antaño me hubieran golpeado, zarandeado... y aquí me hallo, sin apenas inmutarme. Te parecerá una tontería, pero me preocupa esta apatía, ¿tú qué opinas?
- Que tu estado es congruente con lo que te ha pasado. Ya no puedes sufrir más. Aun así, le das demasiadas vueltas a las cosas y a menudo te preocupas sin necesidad: esto es lo que te bloquea así. Hay gente, como yo misma, que, sin perder de vista la fría razón, vive cada sensación a flor de piel, y eso tampoco te lo recomiendo. Quizá lo óptimo se halle en un intermedio entre ambas formas de sentir.
Recordé entonces nuestro primer encuentro. De mis ojos no brotó ni una lágrima, al recibir el tierno abrazo que había costado 2 años de lucha contra el tiempo, la distancia y el mundo. No sabría decir si supe expresar el calor que me arropaba en lo más hondo del corazón, como lo hizo ella en su momento. No sabría decir si notaría ahora ese calor ante otra victoria.
- No sé, Nike... Siento que ya no siento, ¿comprendes?
- No te comprendes ni tú mismo, pero entiendo. Tienes miedo a volverte de hielo.
- Temo que el sufrimiento en sí mismo ya no me importe, ni el propio ni el ajeno. Temo que nada vuelva a emocionarme como antes, que me convierta en un pasivo espectador de mi vida. A base de golpes, me han desprovisto de la buena voluntad, la ingenuidad con la que actuaba, la ilusión de querer saber. Estoy anestesiado de emociones.
- Recuperaremos lo perdido. Lo sabes.
Y funcionaría, por un tiempo más o menos largo, antes de regresar al estado inicial. Ilusiones y decepciones, que se verían superadas... a coste de inmutarme cada vez menos por todo.
- Aunque, volviendo a lo que me contabas ayer, sobre cómo ya no te ilusiona tanto perseguir tus sueños... como los que tenías con esa chica (¡no me hagas pronunciar su nombre otra vez, pues te burlarás!). Hay gente, no digo que seas tú, ni ella, que vive enamorada de la seducción.
"Enamorada de la seducción"... qué forma tan bonita de expresar algo tan vacío, pensé para mis adentros, sin lograr sonreír.
- No creo que sea mi caso. Nunca me he visto como un Don Juan, no es ése mi estilo.
- Lo sé, pero piénsalo. ¿Nunca has perdido el interés cuando has alcanzado lo que te ha costado años de lucha?
Pensé en ella. Pero ¡qué simplismo reducirlo a una pérdida de interés por haber alcanzado la meta deseada! Entre el desgaste del largo tiempo, situaciones fortalecerían la lucha, y muchas otras la debilitarían. No todo depende de la voluntad de uno. Se lo comenté.
- Pues ahí yo no te puedo ayudar. Habla con ella. Tomad la decisión que perjudique menos, sed pacientes y tolerantes con las necesidades del otro. Más no te puedo decir.
- No sé cómo actuar para que nadie vuelva a sufrir. Pero sé que si me quedo de brazos cruzados, me condeno a mí mismo.
- Si te importa lo suficiente, tienes que estar dispuesto a sufrir, pero lo justo. Si la relación te hace sufrir más de lo que te aporta, quizá no valga tanto la pena aceptar el riesgo que conlleva luchar por una causa improbable.
- "Improbable" a veces se queda corto. Siempre que vuelvo a creer que pinto algo, recibo el duro golpe de quedar... cómo decirlo, fuera de juego.
- Quizá, pues, La Decisión tenga que crecer de ti, Joan... Ya has procurado cuidar de ella. Empieza a centrarte en ti, en tus necesidades, en tu bienestar. Medítalo.
Crec que d'aquí poc tocarà una telefonada bastant llarga...! M'ha impresionat molt aquest diàleg!
ResponEliminaEl vam tenir en s'istiu, sobre com em sentia en aquell moment:)
ResponEliminatot i q no és casual q m'hagi vingut a sa memòria ara.
Mus veim prest!
Don't worry, I'll be fine
Si et preocupa convertir-te en gel, és que encara no ho ets. No abandonis la preocupació, és el que et seguirà mantenint humà i calent.
ResponEliminaAltres coses vindran més endavant.
I la pregunta seria, tu què vols, però sembla que tu ho tens clar. Sembla que al cap i a la fi tu sempre ho has tingut tot clar, i tot i així, sembla que mai hagis acabat de deixar les coses amb el teu color, conforman-te amb una pinzellada del teu color en un quadre gegant.