
El premio al mejor disfraz se lo lleva el dios Eros (Cupido, en términos romanos), por su larga trayectoria de ocultarse, maquillarse, pervertirse, transformarse, camuflarse; en esencia, aparentar ser de otra naturaleza, que no la propia.
El rey del disfraz tendrá que quitárselo algún día. Si la fortuna trae ese momento consigo, avisadme pronto, entonces volveré a soñar un sueño y me iré volando en él.
Por el mejor disfraz, que ha logrado convertir el amor puro al marqueting despersonalizado del "I love you", recibe todas tus flechas, a ver si aprendes a quitarte el disfraz después de muerto.
El amor no se compra, zoquetes. Demostrémoselo a las fábricas de falsedad.
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